8.2.12

Ni de aquí ni de allá, Abel Quezada


Nota del editor: (Prismal dice que este ensayo de su libro inédito tiene que ver con la sugerencia de cómic nacional que nos hicieron hace tiempo y que tiene algo de apunte teórico en él).


Ni de aquí ni de allá, un hombre verde, Abel Quezada.


Sí, el cómic es secuencialidad. Sí, también consta de espacios invisibles entre las viñetas. Por supuesto que existe una diferencia la caricatura y cómic. Uno puede ser uno sin ser lo otro. Es tonto pensar que alguno de los dos no es una expresión con capacidad de alcanzar a otras expresiones consideradas bellas o arte. Pero las dos dibujan una línea hasta cierto punto entre ellas.
     La charla y cantaleta teórica puede llegar a ser dolorosa por dos razones. La primera es su estulticia y poco espacio para ser suave o flexible. A veces esto llega a ahogar la capacidad de reflexión de la misma. La segunda duele en estos momentos, además de asfixiar. La teoría llega a apartar de nuestro lado obras y autores tan queridos y cercanos al corazón. Como su obra parece dudosa ante los ojos teóricos, es desterrada de los linderos del análisis por “no ser pertinente al medio de estudio”.  Es doloroso para uno aceptar la sentencia: “Abel Quezada no hace cómic”.

     Abel Quezada, autor de la famosa edad de oro del cómic mexicano,  publicó miríada de trabajos. Trabajó en diversos periódicos  de su vida y en el 2010-2011 el museo de la Ciudad de México reconoció su trabajo con una exposición masiva reuniendo una parte de sus trabajos; mostrando su prolífica capacidad artística. Entres sus personajes más famosos se encuentran toda la sociedad mexicana retratada, y criticada, con destacadas apariciones de el Charro Matías, El periodista, Solovino y el Abominable hombre de las nieves por decir algunos.
     Lo triste aquí es acatar lo teórico. Abel Quezada, a pesar de formar parte del reconocimiento dado a la era dorada del cómic mexicano, no cuenta como historieta por la definición de secuencia de viñetas del cómic. Lo suyo no sería sino un artículo periodístico.
     Lo anterior necesita explicación. Según la idea nominal de cómic, la que privilegia la secuencia, las obras de Abel Quezada no serían historieta pues son textos decorados con imágenes. Paradójicamente, Quezada se encuentra más cercano de un libro ilustrado, técnica muy usada por el libro infantil. El texto es lo fundamental del artículo y los dibujos vienen a adornarlo simplemente, no a formar parte fundamental de una secuencia; lo buscado en el arte secuencial o cómic.
     Equivocadas, por supuesto, son las apreciaciones destacadas arriba. La obsesión por buscar una secuencia y categorizar una obra apresuradamente nos hace olvidar las razones detrás de estas definiciones. Una buena definición debe ser capaz de clasificar  sin predecir sino describiendo. No debe restringir ni matar la capacidad de análisis. El ver el artículo de Abel Quezada y juzgarlo como un artículo ilustrado es error llevado por el extremo teoricismo. Se debe estudiar el acto de lectura del mismo. Ubicar la expresión de la obra y encontrar si es o no pertinente llamarla cómic. No simplemente darle la espalda a uno de los más grandes historietistas y caricaturistas de nuestro país.

     Para defender el llamar a Quezada un historietista tendremos que realizar una lectura de sus trabajos. Tarea nada difícil. A lo largo de la mayor parte de su vida Quezada realizó lo que él llamaba textos ilustrados pero en realidad nunca supo definirse cabalmente. Lo importante aquí era la crítica, la tarea de concientización del mexicano que realizaba. Fueran los tapados, la socialité mexicana, el agresivo y mortal transporte público, los actores, la basura, todo era analizado por el lente de Quezada y era castigado, alabado o  ironizado según lo necesitara el caso. Quezada fue la guía a México de muchos, ajenos y pertenecientes, a la nación.
     Dentro de los cartones, un nombre indeterminado en realidad , una traducción de cartoon, de Quezada,  encontramos varias instancias. Éstas siempre son dominadas por los dibujos a primera vista; el autor, después de todo, tenía un gran talento para el dibujo.  Estos podían a veces tener en sí diálogos o referencias escritas y explicar su significado sin tener que leer el tan preponderado “Artículo”. Por otro lado, teníamos las letras: escritos aglomerados alrededor del dibujo en voz del mismo autor realizando su labor informativa.
     Es comprensible por qué los llamarían textos ilustrados. Diferentes textos de muchas ciencias, las biológicas principalmente, siempre acompañan sus largas disquiciones por diagramas o dibujos en los cuales se prueban o expanden los temas tratados en el texto. Son una forma de acompañar y  suplementar la investigación realizada.

      Los textos de Quezada no son nada como los anteriores. No nos referimos a  la naturaleza erudita e investigadora sino algo más: la estructura. De nuevo regresamos a ella. A diferencias de los textos educativos y de investigación, Abel Quezada no realiza una tarea de suplementación en sus textos, él complementa. Sutil diferencia de palabras con un matiz diferente de capital importancia.
     Vale analizarlo. Al expresar suplementar nos referimos a entidades diferentes, con identidad propia. La unión de estas unidades suplementarias añaden al cuerpo original y lo hacen crecer. Los diagramas de animales y sus características suplementan los textos explicativos, estos aumentan el conocimiento provisto y forman un libro de introducción a la biología.
     Los complementos actúan de diferente manera. Las entidades no son independientes una de la otra, existe una palpable dependencia entre ellas lo que los hace armar la entidad mayor. Sin embargo, la entidad mayor no existiría sin ellas y las partes, a su vez, perderían comprensión si las aislamos unas de otros, caso diferente con los suplementos.
     Si elevamos lo anterior, nos encontramos que la formación de suplementos da como resultado una enciclopedia y la unión de suplementos nos entrega un cuento. De la misma manera, y literariamente, la unión de suplementos nos entrega las Mil y una noches y la unión de complementos nos da como resultado la novela China Viaje al Oeste.

     Lo anterior no es una búsqueda por demeritar o exaltar sin razón las obras citadas. Simplemente es un esfuerzo de comparación para entender la diferencia de dos conceptos usados cotidianamente con un significado siempre tomado por el mismo.
     Una mirada más al trabajo de Abel Quezada nos permitirá usar esta diferenciación de palabras y caracterizarlo. De nuevo, la lectura de sus obras se componen de texto y dibujo, el texto pareciendo vivir rodeado por una montaña de texto alrededor suyo. Visto de esta manera, los dos elementos parecen suplementarse. Viven por separado y forman una entidad más grande.
     La lectura cuidadosa traiciona esa predisposición. La clave de ello está en el texto. Si fuera un simple artículo periodístico, la redacción existiría de otro modo. Con una sintaxis y formación de palabras más prolija y corrida. No es un fallo de Abel Quezada como podríamos suponer.
     Habría entonces que anular en nuestra mente los dibujos, incluso llegar a taparlos con una hoja o cualquier objeto que tengamos a la mano. El resultado es éste: los textos se sienten rotos, con poca hilación y con algo dentro de ellos vacío; algo fundamental falta. Ni siquiera la lectura prolija de todos los extractos los hace sentir exactos. Unos corren con mejor suerte, claro, pero la mayoría tiene un aire de incompletitud alrededor de ellos. Son como número que, aun siendo todos ellos uno, no podrían explicar a sí mismos. Tal vez esto es lo que los estructuralistas y su padre De Saussure hablaban.

     Si los textos se sienten recortados y un poco foráneos a sí mismos e incapaces de construir un cuerpo de texto completo, no en todos los casos claro, No se tiene otra opción sino tratarlos a todos como entidades diferentes. Diferentes grupos de textos organizados en una entidad más grande. Pero cada uno se lee por separado. Entran, entonces, en una entidad mayor donde cada uno forma una parte indisoluble en la cual cada uno se sigue a otro. Un encadenamiento de grupos individuales de textos.
     Si bien la comprensión de estos grupúsculos de textos uno tras otro ya poseen más coherencia al saber que su lectura no es de corrido sino como pequeñas balas, todavía se sienten extrañas, lejanas a la concepción original tenida, de seguro, por Abel Quezada. Los dibujos son una condición para entender la historieta, para lograr el mensaje crítico-satírico del autor. Ya se puede dejar el papel de lado y volver a contemplar en su totalidad lo presentado.
     La coherencia es palpable de esta manera. Es  obvio pero tenemos bajo una nueva luz la concepción del trabajo de Quezada, no ha sido un ejercicio inútil; a pesar de sonar mucho a ello. Las imágenes no son simples adornos sino un complemente del texto. Sin ellas no alcanza una cabal comprensión y el mensaje queda cortado o no es completado. Nuestra mente lo capta como un todo, pero la lectura lo delata en su construcción. No son dos textos en suplementación, el texto escrito y el texto dibujado, sino una variedad de textos construidos en identidad de complemento, el texto escrito complementa al texto dibujado y de la misma manera al texto dibujado dos y así en sucesión. Se hace la aclaración del uso de la palabra texto en este párrafo. Se refiere a cualquier tipo de expresión susceptible a ser leída, esto es, abstraída, por una persona. No al simple hecho de algo escrito o presentado con letras con la capacidad de ser leído.
     Esta nueva concepción nos hace prestar atención a la serie de complementos dados por Quezada. La lectura de estos se efectúa como un encadenamiento, una sucesión uno de otro. En corto, la lectura de Abel Quezada es una secuencia. Por supuesto, no nos damos cuenta en primera instancia pero de la misma manera que al leer o escuchar no nos damos cuenta de miles de fenómenos efectuados por nuestro cerebro y órganos sensoriales o incluso de que una palabra se compone de sonidos o representaciones gráficas encadenadas, la lectura de la secuencia nos pasa desapercibida. Es simplemente uno de los fenómenos automáticos del hombre que pasamos por alto. Un descuido de la modernidad. Ahora todo es costumbre y la innovación muere rápido.
     Esta observación sobre las historietas de Quezada, alejándonos un poco del punto fundamental de este ensayo, sirve para aportar algo de luz sobre temas siempre algo dispersos y no totalmente comprobado de ciertas expresiones.
     Por ejemplo, Al usar este nuevo tipo de vista podemos encontrar la respuesta a una pregunta eterna sobre la obra de Rius y el nombre de su técnica en la cual mezcla textos y dibujos. Siempre se ha dicho que es un libro ilustrado pero esto podría certificarlo como un cómic. Los pedazos de textos funcionado como viñeta dependientes de un contexto mayor, asimismo, servirían para responder otra tanta cantidad de pregunta sobre obras cuyo origen siempre es ubicado balanceándose sobre el eje de dos diferentes artes.

     Y, uno de los casos más discutidos por mucho tiempo, también podría ser aplicable a la teoría de los libros para niños. Libros hechos son una interdependencia del cómic y la imagen pero siempre con la duda de asignarlos a un género determinado, sea literatura, sea cómic o sea pintura. Pero quede aquí la consideración sobre estas artes límites. Son preguntas lanzadas al aire, simples observaciones sin cuerpo ni respuesta probable en este ensayo.
     Así, hemos comprobado que no solo el género conocido en el que Quezada explayaba su arte no es desconocido, sino que era excelente en ello. Las historietas que realizaba el autor bien podían pasar por Artículos periodísticos o columnas ilustradas pero dejar la denominación así sería negar las capacidades que posee como secuencia y la utilización de viñetas o paneles exclusivamente pictóricos o escritos para hilar su trabajo.   

     La duda está zanjada, Abel Quezada era un extraordinario historietista, uno de sus tantos talentos entre los que estaba el de ilustrador, crítico y satírico pero también ayuda a reflexionar. La teoría, sea cual sea, no debe ser un instrumento rudo de disección sino una ayuda metodológica que se debe amoldar al objeto estudiado para tener una cabal comprensión. Por último, uno debe adolecer no estudiar la satírica de Abel Quezada aquí o mínimo su trágica historia de los perros pero un estudio mayor requiere más y el error nos haría ser señalados como un perro que encuentra su fin en una vialidad asesina solo por el amor de una hembra de su clase.



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