Nota del editor: (Prismal dice que este ensayo de su libro inédito tiene que ver con la sugerencia de cómic nacional que nos hicieron hace tiempo y que tiene algo de apunte teórico en él).
Ni de aquí ni de allá, un
hombre verde, Abel Quezada.
Sí, el cómic es
secuencialidad. Sí, también consta de espacios invisibles entre las viñetas.
Por supuesto que existe una diferencia la caricatura y cómic. Uno puede ser uno
sin ser lo otro. Es tonto pensar que alguno de los dos no es una expresión con
capacidad de alcanzar a otras expresiones consideradas bellas o arte. Pero las
dos dibujan una línea hasta cierto punto entre ellas.
La charla y cantaleta teórica puede llegar
a ser dolorosa por dos razones. La primera es su estulticia y poco espacio para
ser suave o flexible. A veces esto llega a ahogar la capacidad de reflexión de
la misma. La segunda duele en estos momentos, además de asfixiar. La teoría
llega a apartar de nuestro lado obras y autores tan queridos y cercanos al
corazón. Como su obra parece dudosa ante los ojos teóricos, es desterrada de
los linderos del análisis por “no ser pertinente al medio de estudio”. Es doloroso para uno aceptar la sentencia:
“Abel Quezada no hace cómic”.
Abel Quezada, autor de la famosa edad de
oro del cómic mexicano, publicó miríada
de trabajos. Trabajó en diversos periódicos
de su vida y en el 2010-2011 el museo de la Ciudad de México reconoció
su trabajo con una exposición masiva reuniendo una parte de sus trabajos;
mostrando su prolífica capacidad artística. Entres sus personajes más famosos
se encuentran toda la sociedad mexicana retratada, y criticada, con destacadas
apariciones de el Charro Matías, El periodista, Solovino y el Abominable hombre
de las nieves por decir algunos.
Lo triste aquí es acatar lo teórico. Abel
Quezada, a pesar de formar parte del reconocimiento dado a la era dorada del
cómic mexicano, no cuenta como historieta por la definición de secuencia de
viñetas del cómic. Lo suyo no sería sino un artículo periodístico.
Lo anterior necesita explicación. Según la
idea nominal de cómic, la que privilegia la secuencia, las obras de Abel
Quezada no serían historieta pues son textos decorados con imágenes.
Paradójicamente, Quezada se encuentra más cercano de un libro ilustrado,
técnica muy usada por el libro infantil. El texto es lo fundamental del
artículo y los dibujos vienen a adornarlo simplemente, no a formar parte
fundamental de una secuencia; lo buscado en el arte secuencial o cómic.
Equivocadas, por supuesto, son las
apreciaciones destacadas arriba. La obsesión por buscar una secuencia y
categorizar una obra apresuradamente nos hace olvidar las razones detrás de
estas definiciones. Una buena definición debe ser capaz de clasificar sin predecir sino describiendo. No debe
restringir ni matar la capacidad de análisis. El ver el artículo de Abel
Quezada y juzgarlo como un artículo ilustrado es error llevado por el extremo
teoricismo. Se debe estudiar el acto de lectura del mismo. Ubicar la expresión
de la obra y encontrar si es o no pertinente llamarla cómic. No simplemente
darle la espalda a uno de los más grandes historietistas y caricaturistas de
nuestro país.
Para defender el llamar a Quezada un
historietista tendremos que realizar una lectura de sus trabajos. Tarea nada
difícil. A lo largo de la mayor parte de su vida Quezada realizó lo que él
llamaba textos ilustrados pero en realidad nunca supo definirse cabalmente. Lo
importante aquí era la crítica, la tarea de concientización del mexicano que
realizaba. Fueran los tapados, la socialité mexicana, el agresivo y mortal
transporte público, los actores, la basura, todo era analizado por el lente de
Quezada y era castigado, alabado o
ironizado según lo necesitara el caso. Quezada fue la guía a México de
muchos, ajenos y pertenecientes, a la nación.
Dentro de los cartones, un nombre
indeterminado en realidad , una traducción de cartoon, de Quezada, encontramos varias instancias. Éstas siempre
son dominadas por los dibujos a primera vista; el autor, después de todo, tenía
un gran talento para el dibujo. Estos
podían a veces tener en sí diálogos o referencias escritas y explicar su significado
sin tener que leer el tan preponderado “Artículo”. Por otro lado, teníamos las
letras: escritos aglomerados alrededor del dibujo en voz del mismo autor
realizando su labor informativa.
Es comprensible por qué los llamarían
textos ilustrados. Diferentes textos de muchas ciencias, las biológicas
principalmente, siempre acompañan sus largas disquiciones por diagramas o
dibujos en los cuales se prueban o expanden los temas tratados en el texto. Son
una forma de acompañar y suplementar la
investigación realizada.
Los textos de Quezada no son nada como
los anteriores. No nos referimos a la
naturaleza erudita e investigadora sino algo más: la estructura. De nuevo
regresamos a ella. A diferencias de los textos educativos y de investigación,
Abel Quezada no realiza una tarea de suplementación en sus textos, él
complementa. Sutil diferencia de palabras con un matiz diferente de capital
importancia.
Vale analizarlo. Al expresar suplementar
nos referimos a entidades diferentes, con identidad propia. La unión de estas
unidades suplementarias añaden al cuerpo original y lo hacen crecer. Los
diagramas de animales y sus características suplementan los textos
explicativos, estos aumentan el conocimiento provisto y forman un libro de
introducción a la biología.
Los complementos actúan de diferente
manera. Las entidades no son independientes una de la otra, existe una palpable
dependencia entre ellas lo que los hace armar la entidad mayor. Sin embargo, la
entidad mayor no existiría sin ellas y las partes, a su vez, perderían
comprensión si las aislamos unas de otros, caso diferente con los suplementos.
Si elevamos lo anterior, nos encontramos
que la formación de suplementos da como resultado una enciclopedia y la unión
de suplementos nos entrega un cuento. De la misma manera, y literariamente, la
unión de suplementos nos entrega las Mil
y una noches y la unión de complementos nos da como resultado la novela China Viaje al Oeste.
Lo anterior no es una búsqueda por
demeritar o exaltar sin razón las obras citadas. Simplemente es un esfuerzo de
comparación para entender la diferencia de dos conceptos usados cotidianamente
con un significado siempre tomado por el mismo.
Una mirada más al trabajo de Abel Quezada
nos permitirá usar esta diferenciación de palabras y caracterizarlo. De nuevo,
la lectura de sus obras se componen de texto y dibujo, el texto pareciendo
vivir rodeado por una montaña de texto alrededor suyo. Visto de esta manera,
los dos elementos parecen suplementarse. Viven por separado y forman una
entidad más grande.
La lectura cuidadosa traiciona esa
predisposición. La clave de ello está en el texto. Si fuera un simple artículo
periodístico, la redacción existiría de otro modo. Con una sintaxis y formación
de palabras más prolija y corrida. No es un fallo de Abel Quezada como
podríamos suponer.
Habría entonces que anular en nuestra
mente los dibujos, incluso llegar a taparlos con una hoja o cualquier objeto
que tengamos a la mano. El resultado es éste: los textos se sienten rotos, con
poca hilación y con algo dentro de ellos vacío; algo fundamental falta. Ni
siquiera la lectura prolija de todos los extractos los hace sentir exactos.
Unos corren con mejor suerte, claro, pero la mayoría tiene un aire de
incompletitud alrededor de ellos. Son como número que, aun siendo todos ellos
uno, no podrían explicar a sí mismos. Tal vez esto es lo que los
estructuralistas y su padre De Saussure hablaban.
Si los textos se sienten recortados y un
poco foráneos a sí mismos e incapaces de construir un cuerpo de texto completo,
no en todos los casos claro, No se tiene otra opción sino tratarlos a todos
como entidades diferentes. Diferentes grupos de textos organizados en una
entidad más grande. Pero cada uno se lee por separado. Entran, entonces, en una
entidad mayor donde cada uno forma una parte indisoluble en la cual cada uno se
sigue a otro. Un encadenamiento de grupos individuales de textos.
Si bien la comprensión de estos
grupúsculos de textos uno tras otro ya poseen más coherencia al saber que su
lectura no es de corrido sino como pequeñas balas, todavía se sienten extrañas,
lejanas a la concepción original tenida, de seguro, por Abel Quezada. Los
dibujos son una condición para entender la historieta, para lograr el mensaje
crítico-satírico del autor. Ya se puede dejar el papel de lado y volver a
contemplar en su totalidad lo presentado.
La coherencia es palpable de esta manera.
Es obvio pero tenemos bajo una nueva luz
la concepción del trabajo de Quezada, no ha sido un ejercicio inútil; a pesar
de sonar mucho a ello. Las imágenes no son simples adornos sino un complemente
del texto. Sin ellas no alcanza una cabal comprensión y el mensaje queda
cortado o no es completado. Nuestra mente lo capta como un todo, pero la lectura
lo delata en su construcción. No son dos textos en suplementación, el texto
escrito y el texto dibujado, sino una variedad de textos construidos en identidad
de complemento, el texto escrito complementa al texto dibujado y de la misma manera al texto
dibujado dos y así en sucesión. Se hace la aclaración del uso de la palabra
texto en este párrafo. Se refiere a cualquier tipo de expresión susceptible a
ser leída, esto es, abstraída, por una persona. No al simple hecho de algo
escrito o presentado con letras con la capacidad de ser leído.
Esta nueva concepción nos hace prestar
atención a la serie de complementos dados por Quezada. La lectura de estos se
efectúa como un encadenamiento, una sucesión uno de otro. En corto, la lectura
de Abel Quezada es una secuencia. Por supuesto, no nos damos cuenta en primera
instancia pero de la misma manera que al leer o escuchar no nos damos cuenta de
miles de fenómenos efectuados por nuestro cerebro y órganos sensoriales o
incluso de que una palabra se compone de sonidos o representaciones gráficas
encadenadas, la lectura de la secuencia nos pasa desapercibida. Es simplemente
uno de los fenómenos automáticos del hombre que pasamos por alto. Un descuido
de la modernidad. Ahora todo es costumbre y la innovación muere rápido.
Esta observación sobre las historietas de
Quezada, alejándonos un poco del punto fundamental de este ensayo, sirve para
aportar algo de luz sobre temas siempre algo dispersos y no totalmente
comprobado de ciertas expresiones.
Por ejemplo, Al usar este nuevo tipo de
vista podemos encontrar la respuesta a una pregunta eterna sobre la obra de
Rius y el nombre de su técnica en la cual mezcla textos y dibujos. Siempre se
ha dicho que es un libro ilustrado pero esto podría certificarlo como un cómic.
Los pedazos de textos funcionado como viñeta dependientes de un contexto mayor,
asimismo, servirían para responder otra tanta cantidad de pregunta sobre obras
cuyo origen siempre es ubicado balanceándose sobre el eje de dos diferentes
artes.
Y, uno de los casos más discutidos por
mucho tiempo, también podría ser aplicable a la teoría de los libros para
niños. Libros hechos son una interdependencia del cómic y la imagen pero
siempre con la duda de asignarlos a un género determinado, sea literatura, sea
cómic o sea pintura. Pero quede aquí la consideración sobre estas artes
límites. Son preguntas lanzadas al aire, simples observaciones sin cuerpo ni
respuesta probable en este ensayo.
Así, hemos comprobado que no solo el
género conocido en el que Quezada explayaba su arte no es desconocido, sino que
era excelente en ello. Las historietas que realizaba el autor bien podían pasar
por Artículos periodísticos o columnas ilustradas pero dejar la denominación
así sería negar las capacidades que posee como secuencia y la utilización de
viñetas o paneles exclusivamente pictóricos o escritos para hilar su trabajo.
La duda está zanjada, Abel Quezada era un
extraordinario historietista, uno de sus tantos talentos entre los que estaba
el de ilustrador, crítico y satírico pero también ayuda a reflexionar. La
teoría, sea cual sea, no debe ser un instrumento rudo de disección sino una
ayuda metodológica que se debe amoldar al objeto estudiado para tener una cabal
comprensión. Por último, uno debe adolecer no estudiar la satírica de Abel
Quezada aquí o mínimo su trágica historia de los perros pero un estudio mayor
requiere más y el error nos haría ser señalados como un perro que encuentra su
fin en una vialidad asesina solo por el amor de una hembra de su clase.
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