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Algo debemos aceptar, los imbéciles siempre existirán. Aquellos que desprecian cualquier forma de arte por lo mecánico; que ven más meritorio el acomodar cajas que leer un poema de Rubén Darío o devorar las Novelas Ejemplares de Cervantes. Esos nunca se terminarán, nunca. Y, para nuestra mala suerte, estos idiotas se han diluido y han dado lugar a otros tipos de idiotas: los que aprecian unas artes y desprecian a otras. Normalmente los más culpables de este crimen son las personas que minimizan todo en favor de la literatura o de la pintura. Son multitud, añejos y poderosos. Vaya, estos imbéciles hasta logran ganar el nobel y luego se dedican a atacar fenómenos expresivos o culturales que no entienden. Pero siempre existirán y habrá que pelear contra ellos o ignorarlos. Casi siempre sucede lo segundo; mal para ellos, se perderán de miles de verdades ocultas en nuestro universo. Y que Vargas Llosa coma mierda.
Lo importante aquí son las mentes que pueden apreciar cada expresión por su potencial de ser artístico. Con ellos llegamos a valorar distintos productos que nunca pensaríamos tienen valor de arte: un vestido, un graffiti, una artesanía, un jarrón de te, etc. (cabe decir que no todos los vestidos son artes así como no todo los libros son arte). De aquí saltamos a la valoración del cómic. No todo el cómic es arte pero debemos entender que tiene el potencial de serlo. Pero en cada país parece tener una diferente apreciación del mismo. ¿Por qué es esto? Me gusta postular la idea de mentes brillantes detrás de ello. Caso concreto, Hergé y Osamu Tezuka. Claro, son dilucidaciones personales; no intento sean ley.
En el caso del cómic francés, Bande desineé, vemos que la industria del cómic es grande y respetada. Al menos se ve un mercado mucho más avanzado que otras contrapartes. Como alguna vez dije con Osamu Tezuka, creo que Hergé realizó lo mismo por el cómic francés. Su genio no se restringió a su grandioso arte sino que el contenido de Tin tin poseía más; mucho más. Crítica social a la cultura imperialista de Francia y las potencias, aventura,misterio y ciencia ficción. Creo la brillantez y simpatía del personaje ayudó a que la industria del cómic en Francia creciera y tuviera el reconocimiento que posee ahora. Un genio innegable que propulsó una industria.
Caso único en Japón que logró liberarse de las cadenas de las denominaciones de nombre. Esto no fue porque no existieran, en un momento nació el gekiga que fue un movimiento que buscaba darle una gran seriedad a las historietas y tratar temas maduros. Bueno, el mismo Osamu Tezuka no se dejó intimidar por este nuevo tipo de cómic y no sólo lo leyó sino que lo incorporó en su arte y llevó aun más lejos al manga. Hoy en día, los temas del gekiga están incluidos en el manga y su nombre incluye también estas temáticas más adultas. En oriente el manga, claro, es un arte... y un modelo multimillonario.
El lado de Estados Unidos es difícil de entender. Tenían genios de los cuales se podía alcanzar una nueva valoración para la historieta y dejar atrás a los imbéciles que reniegan del cómic como arte. Schultz, Herriman y otros estaban ahí pero parece que tira cómica confinada al periódico hizo merma de este efecto y no dejó alcanzar nuevas alturas. Will Eisner estuvo allí rescatando la forma por años hasta que Maus surgió para recordar que el cómic podía ser arte. Tristemente se tomó la dicotomía de Novela Gráfica... pero de eso me he quejado suficiente ya múltiples veces. El mercado del cómic americano es un gran negocio y en estos años hemos visto que ya se está recuperando y tiene atisbos para alcanzar la apreciación de arte con grandes obras como Duncan the wonder dog.
Ahora, ¿qué pasa en México? Intentaré detener mis groserías. Aquí existió la época dorada del cómic mexicano donde hubo multitud de obras y las ventas eran inimaginables. Se imprimían millones de volúmenes de compilados de historietas. Teníamos autores con una calidad impresionante y al más grande de ellos: Gabriel Vargas. Un genio que publicaría por más de 50 años una historieta vital para la historieta mexicana. Es más, teníamos ya una rica tradición de cartonistas políticos que incursionaban en el cómic de a ratos y eran influencia con sus mágnificas técnicas de caricatura para la gente. Pero, a pesar de todo ello, la apreciación del cómic está muy atrasada aquí.
Dos cosas para mí: el folclór, el maldito folclór y Rius. Hablaré del primero antes de que me maten. Ruis es uno de los grandes; los primeros números de los supermachos son extraordinarios pero no se compara a Gabriel Vargas. Sin embargo, la influencia más pesada en la historieta mexicana ha sido Rius y no Varguitas. Es personal pero siempre pensé Ruis influyó al cómic por un camino más grillero y político que el artístico, cómico, explorador y dicharachero del cual pudo haber sido estandarte además de Vargas otros muchos autores que pulularon en la era dorada del cómic mexicano. Los demás géneros se vieron reducidos y olvidados; la era dorada del cómic mexicano se nos ocultó un poco y ahora muchos no conocen ni siquiera a Butzé o a Sixto Valencia Burgos. Imaginen de otra manera el mundo, Los simpson no nos sorprenderían en México pues los veríamos como un intento americano, en cierta medida, de nuestro querida Familia Burrón.
El folclór, el maldito folclór. Se analizó La familia burrón, una institución de nuestro cómic, y se le desdeñó como reflejo: un simple reflejo de la sociedad. Toda su labor artística, humorística, imaginativa y pícara fue reducida a un espejo. A un ¡qué bonito, es como la vecindad! y ya. Un tipo enfermo de folclór que no hace valorar las cosas sino solo decir que son algo simpático y coqueto pero que no vale la pena analizarse a menos que sea como un producto pintoresco del pueblo. Tal vez no haya sido a propósito pero gente como el estúpido apestoso de Carlos Monsiváis logró esto. Hoy, la gente ve La familia Burrón como un reflejo y nada más; a lo mucho como un estudio sociológico. Pero es mucho más: es nuestro arte de punta comiquero. Todavía se puede apreciar y recordar la época dorada del cómic mexicano. Su creador ha muerto pero no es muy tarde para su obra.
Por supuesto, no estoy diciendo que no hay más obras de arte en la historieta aparte de las enunciadas; no sean imbéciles. Existen muchas más pero son pensamientos sobre el estado del arte comiquero en diferentes países. Estoy seguro mucha de esta información se puede maximizar y ayudarnos a conocer el panorama artístico de la historieta. Pero sobre todo, no dejarnos sobajar por imbéciles que no entienden el arte y siguen escuelas más viejas que Matusalén.
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