Fue
en El Vibora dónde conocí a Peter Pank, el moco que camina. Nunca había leído a
J.M. Barrie ni hacía falta, la ingeniosa parodia que Francesc Capdevila hacia se
basaba más en la película de Disney que en la obra del dramaturgo escocés.
Capdevila, mejor conocido como Max, es un incansable artista grafico español,
autor también de la célebre Bardín, el superrealista. Su estilo de línea clara,
deudor de los franceses y de los cómics tradicionales valencianos de la época
de la guerra civil. Sin embargo, la falta de congruencia de sus argumentos, de
seguimiento o redondez, los sitúa en la bien autonombrada línea chunga,
movimiento de guasa del destape español que hacía referencia a las historietas
de Yves Chland y otras series de género.
La
historia de Peter Pank inicia como la conocemos, con el viaje de unos
preadolescentes al país de nunca jamás, pero hasta ahí los parecidos. Nunca Jamás
de hecho se llama la isla de punkilandia y es gobernada autoritaria y caóticamente
por su autonombrado tirano, Peter Pank. Los problemas aparecen cuando el
capitán Tupé rapta a la princesa jipi, y le tiende una trampa a Peter Pank. A
lo largo de la trama y en medio de un montón de escenas de sexo, drogas y
violencia gratuita, iremos conociendo a los demás habitantes de la isla a
saber: la tribu Jipi, fumadores de mariguana y otras cosas, nómadas pacifistas
(aunque no tanto) con un jefe indio más en el viaje que un satélite chino. Los
chicos descarriados, punks hiperviolentos, consumidores de metanfetaminas,
fieles esbirros de Peter y a los rockers, piratas enemigos mortales de los
descarriados. Las ninfómanas, una forzada versión de las sirenas de Disney,
mujeres ávidas de sexo que acosan a Peter Pank, deseosas de sus encantos
punkeriles. Al final todas las tribus de la isla se unen y linchan a Peter
Pank, destino cruel e ineluctable de todo tirano.
Peter Pank continua en otros dos álbumes,
donde el moco que camina revive convertido en hombre lobo, se enfrenta a unos punks
siniestros que son metáforas de alguna oscura compañía trasnacional, y conforme
las tramas avanzan las historietas se van volviendo cada vez más sociales, alejándose
del underground chungo que lo vio nacer. En el Licantropunk abundan las
referencias al cine serie b, a antiguos comics españoles y otros como Asterix y
Tin-Tin. Licantropunk es tal vez el mejor trabajo de la seria, tanto por la
riqueza de referencias, lo divertido de su argumento y la claridad de su
dibujo.
Pankdinista! (en referencia, claro, al álbum de The Clash), el trabajo
que cierra la trilogía, vio la luz ya en los años 90 y resulta bastante
inferior a sus predecesores. De la ingenuidad salvaje del primer tomo y la
fluidez del segundo, ahora sólo queda un vago aliento que intenta llenarse con
cada vez más denuncia social que cae en el vacío. El fracaso de este ultimo
tomo en realidad encerraba algo más grande y que tenía que ver con el panorama
mundial, el de la perdida del pensamiento utópico, incluso del nihilismo
social, a manos del capitalismo sin contrapeso ideológico.
Los
álbumes se pueden conseguir en ediciones
La Cupula, y, a pesar de lo que acabo de escribir del tercero, los recomiendo
todos.
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