Por ciertas casualidades,hoy estaba leyendo una vieja entrada del blog donde prometí hablar de una gran obra. Me refiero a Duncan the wonder dog. Creo es un momento perfecto para pagar la deuda que tengo. Lo haré, así como la primera entrada donde empecé mi deuda, hacerlo de un modo personal y en primera persona. Nunca hace daño guardar esa tercer persona académica.
Es cansado que una persona siempre rememore el apego personal a una historia. Cómo conoció a su pareja cuando compró un determinado número de Spiderman o que la muerte de Superman significó su entrada al mundo de los cómics; hay infinidades de ellas, lo acepto, pero necesito contar la mía con Duncan. El cómic, como siempre, me costó conseguirlo, de modo económico y de distribución. Tuve que sacrificar un gran pedazo de mi cartera para poder obtenerlo por Amazon.
Salvadas las dificultades me encontré leyendo la historia mientras mi abuelita pasaba sus últimos días de vida en el hospital. La lectura me absorbió tanto en ese momento que no pude tocar otro libro (algunos dirán aquí que cómo lograba leer en tan difícil momento pero, como siempre he sabido, el arte es lo único que me ha mantenido en este mundo). Un día antes de su muerte me encontré despierto hasta altas horas de la madrugada devorando el mamotreto y solo paré una vez hube terminado. Deje el volumen junto a mi cama en el suelo y dormí. Al día siguiente mi hermano me levantó con la noticia del fallecimiento de mi abuelita. En el suelo seguía el volumen de Duncan The Lucky dog. Nunca olvido ese momento.
Del mismo modo que Asterios Polyp, la forma y el contenido son explotados bellamente en esta historieta. Demonios, la premisa también pasa por encima de nuestras cabezas pues es tan sencilla que asusta: ¿Cómo sería el mundo si lo animales hablaran? Así es siempre: ¿Cómo es que los recuerdos forman nuestro mundo? ¿Cómo nos puede destruir la literatura si nos equivocamos en su lectura?, ¿Cómo escapar de la parálisis de mi doblemente vencida nación? Hines desarrolla su historia en un universo donde las relaciones humanas y animales penden de una línea y al mismo tiempo se desdibujan por lo reales que son. El sentir es universal, se nos postula. Nada exclusivo del soso hombre en dos patas.
Claro, no nos enfrentamos a una simple historia Disney. En este mundo existen complejos entramados políticos, terroristas y hogareños. Células animales que están cansadas del dominio humano y realizan ataques violentos con miles de muertos como víctimas. Animales que suplican una oportunidad antes de ser sacrificados cruelmente o un gato que le reclama a su dueña cómo no cuida de su perro con el debido cuidado. El protagonismo salta espontáneamente por las páginas aunque posee varios protagonistas principales: Voltaire,un mono con un puesto gubernamental, Pompeii, un mono terrorista y un agente del gobierno. Junto con ellos decenas de personajes nos muestran los distintos matices de este mundo creado por Hines.
De nuevo,mencioné la forma. Aquí no encontramos diversas técnicas y problemáticas sobre las expresiones artísticas pero sí pequeños cambios de técnica de dibujo, fotografía y ejercicio de semejanzas con diversos objetos de la vida real. Es como sí la historieta en cierto momentos estuviera formada de recortes de refrigerador y luego pasara a una secuencia de fotografías y regresara al dibujo normal(que podemos ver aquí arriba). Los constantes cambios en estos medios nunca cesan y la forma se mantiene siempre fresca con numerosos efectos que son demasiados para enumerar aquí.
Aquí debo parar, siento que la obra es demasiado grande para mí (y aun más si consideramos es la primera de nueve volúmenes). Sólo sé que encierra un sentimiento que no está conectado a mi anécdota anterior. Probablemente, y aquí solo intento ejercer una especia de quiromancia, es la desconexión de nuestor mundo actual. La gran falla de la globalización. Alguna vez lo leí en un sitio: Todo el mundo está junto al fin en un lugar y lo único que hemos logrado son los Lolcats. Cómo fallamos en una globalización que nos ha desconectado tanto uno del otro y nos encontramos no ante un espejo, que es como debemos ver al otro, sino en un cuarto oscuro que pensamos está lleno de monstruos en vez de otras personas. El terrorismo en Duncan the wonder dog, igual que en la vida real, es inconsecuente porque la raíz del problema no es asesinar sino extender la mano. El autor todavía no termina su obra pero no responderá simplemente a esta pregunta: ¿Acaso el wifi te ha hecho olvidar que somos? Ya no humanos ni animales, solo somos. Espero regresar de nuevo a Duncan the wonder dog cuando se publiquen los siguientes números, nueve, de la obra de Hines.
Nota: el libro es casi imposible de encontrar. Incluso Amazon restringía la venta. Esperemos no lo esté para cuando entren a este link:
Duncan the wonder dog.
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