Julius Knipl es el nombre de un fotógrafo de bienes raíces pero hasta ahí queda la historia del protagonista .Las diversas tiras, que son seriadas en diversas revistas y el libro es sólo una reunión de ellas, van mucho más allá de seguir las aventuras de una sola persona. Knipl es la historia de una ciudad con distintos nombres, multiformes en sus avenidas y sin precisión exacta de sus habitantes. Un día podemos encontrarnos a un hombre comiendo gelatina en una cafetería cualquiera o ver a un grupo de empresarios hablar de una nueva gran oportunidad en el mercado de los perfumes. Al final del día, los personajes y nombres nos recuerdan que esta ciudad podría al mismo tiempo existir y no hacerlo en todas las metrópolis del mundo.
Muchos paralelismos se podrán hacer en estos pequeños cuentos de ocho cuadros donde una ciudad toma continuamente otra forma donde relata una nueva historia. Podríamos hablar de diferentes escritores y los complejos simbolismos de los mismos personajes en una ciudad donde las cosas novedosas y extrañas a nosotros son cosa de todos los días... pero a nadie le importa. Katchor no se concentra en complejas construcciones de ciudades sino en algo más concreto: lo entrañable.
Cada historia nos presenta una simpática historia que se resuelve con un gag que no causa risa sino una sonrisa apenas sugerida pero está hecho: apreciamos la historia porque su narración, sus personajes o las situaciones son hermosas y nos hacen recordarlas con cariño. Si bien cada historia es diferente y Knipl es el único hilo conductor entre ellas, y a veces ni eso, las historias dejan un recuerdo indeleble en la mente. Katchor logra algo que muchas persiguen toda su vida y nunca lo consiguen. Doto a una ciudad informe y llena de habitantes de la única característica permanente que puede tener: un sentimiento.
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