27.12.11

Chavela Vargas

(nota del editor: Rodrigo escribió esto mientras presentaba inicios de gripe así que tal vez desvaríe)


Me encanta Chavela Vargas. no sólo por su modo de cantar o su presencia sino por su comentarios y su actitud la cual se define en inglés con un Devil-may-cry pero con español es mejor plasmada con me-vale-madres-lo-que-digan. Siempre pensé que mi fanatismo por ella no llegaba muy lejos hasta que me enteré que existía un pequeño cómic sobre ella. Justo en ese momento supe debía ser mío.

     Ahora que lo pienso, nunca he hecho tanto para conseguir un cómic. Caminar varias millas bajo una de las ciudades más ventosas del mundo, esperar mientras la encargada busca durante una hora el cómic, una historieta que a duras penas supera los 10 centímetros de largo, en medio de toda la tienda; tratar con hipsters... Demonios, podría hacer toda una entrada solo de las peripecias sufridas para encontrarlo.

     Claro, al final el cómic no fue lo esperado. Mi mente había construido una imagen donde la poderosa  cantante se fusionaba con mi idealismo hacia ella y convergía en secuencias poderosas cuya fuerza cimbraba al mundo. No, nada de ello. Un cómic autobiográfico como tantos. Fue ahí cuando me dí cuenta, justo después de remojar la magdalena en té, que los recuerdos no son una simple vivencia. El recuerdo se siembre poderosamente en nuestra memoria y se reconstruye y reconfigura de las más diversas maneras. Entonces, ¿cómo podría recuperar o dar nacimiento a ese cómic construido en mi mente a través de esperanzas y lo desconocido? Me dí cuenta: con la palabra, con mi expresión. La vivencia llegaría su forma perfecta con mi narración, con mi palabra.
   
      El recuerdo es más fuerte que la realidad. Recordé a Francisca, a mi madre, a mi abuela, al desgraciado Swann, a la heroica Odette y miles de personajes más transitando sobre mi mente. Mi obra debía comenzar así. Ella y yo estábamos en la pared y dije sí qué diablos sí debo sí darle sí otra sí oportunidad sí le sí respondí sí que sí sí la escribiría sí. Todos me recordarían por la gran obra de un hidalgo que en sus últimos momentos peleó contra salvajes molinos y domó a salvajes secuencias de cómic en la corte del Orlando el furioso.

     La esperaría debajo de ese cerezo en flor, recordando nuestra discreta cita bajo los chirridos de las cicadas, por todo lo que ella es...




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